¿Por qué hay tanto Webinar? ¿Qué es lo que de verdad queremos “compartir”?

Anaïs Lalombriz
6 min readApr 21, 2020

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Mi papá dice que tengo que explicar qué es un Webinar antes de arrancar— un Webinar es una charla de un tema en específico que se promociona en redes profesionales como Linkedin y comparte temas diversos de acuerdo a quienes asistan. Se pueden apuntar personas de todas partes del mundo y la mayoría son gratis.

Hace un par de años mi carrera tomó un curso inesperado y luego de dos años de emprender, entré a trabajar a una empresa grande y robusta. En el proceso, aprendí que el tiempo se divide entre lo táctico y lo estratégico y que las personas de las que más aprendía eran las que podían pensar, hacer y en su mayoría de veces: saltar de una a la otra en tiempo récord. Ojo, esto no significada dejar de pensar para hacer ni dejar de hacer para pensar, significaba que la cadencia de los mismos — el tiempo entre uno y otro — era cada vez más corto. Me copié. Me encantó.

Fascinada por esta forma de trabajar, empecé a entender como el “pensar” encajaba en mi “hacer” y a delegarle a personas el “hacer” mientras me retiraba al campo a observar para pensar, documentar para pensar, entrevistar para pensar, frustrarme para pensar. Bloqueaba mi agenda con el título “PENSAR” por si alguien quería reunirse conmigo a esa hora. “No puedo, estoy pensando,” les decía. No era una retirada al campo como Fray Luis de León ni digamos, Platón cuestionándome la existencia mientras me jileaba con retórica pulida a mis alumnos. Eran dos horas en el Quinoa de abajo, antes en el Café Benne. A veces, le pedía a los otros pensadores dar una vuelta en el parque para alinear pensamientos. Luego, regresábamos a la oficina a hacer. Una vez en estas, estábamos seguros de que habíamos descartado lo que no queríamos para hacer lo que de verdad confiábamos que funcionaría. ¿Por qué estábamos seguros? Porque teníamos un contexto específico que atacar.

Nunca he aprendido tanto como en esos dos años. Y sí, me gustaría pregonarle a los cuatro vientos que ya se como funciona esa industria, que esto es lo que pienso yo, con mi corta edad y enana experiencia, que deberían hacer los demás con su tiempo. Compartir, dicen a veces. Pero a mi me parece irresponsable.

Vamos casi un mes en cuarentena y la oferta de contenido digital se ha triplicado. Muchos profesionales transformaron lo que alguna vez tocaron a un Zoom Meeting y si el influencerismo cotidiano en Instagram ya era falso y abrumador, la oferta de Webinars en Linkedin me resulta obscena. Vulgar. En la manera más primitiva de la palabra. Es como si, en plena Segunda Guerra Mundial, los periodistas, en vez de reportar del campo, estuviesen escribiendo sobre lo que ellos “sabían” que iba a pasar con las industrias. Estamos en el meollo del asunto, nadie nos puede medir. ¿Cómo sabes qué voy a comprar si yo misma no se cómo me siento, compre o no compre? Mi rol personal es hoy más importante que mi rol comprador, de hecho, esa es parte de la reconfiguración del COVID19 que podría afectar más a la industria: Que la separación entre lo que somos y lo que compramos llegue para quedarse. Quizás nuestras identidades, entonces, estarán puestas en jaque ¿Seré la misma de siempre si ya no puedo irme a Nueva York a comprar en Madewell? No se.

Sí, hay data. ¿Pero hay conclusiones? Hay reportes, hay precedentes, hay proyecciones. Pero la parte humana, la que se “asienta” como la harina luego de cernir, después de toooodo el proceso de colado, esa parte que toma una decisión, que interrumpe una inercia, esa parte creo yo, que como un postre, no ha terminado de cuajarse. Y me confunde. Me da particularmente pena, también, ver que por tener información a nuestra disposición creemos que tenemos criterio. O que sabemos adonde ir. Yo en lo particular, saqué cita con mi astrólogo de bolsillo — porque más certero y placentero me parece, leerme el Tarot, a estas alturas del partido, que adivinar lo que va a pasar conmigo (y por ende, con la demanda, la economía, las industrias, el mercado) en los siguientes días o meses. Acuérdense que la economía se compone de dos fuerzas: Oferta, sí. Pero también Demanda. Y la Demanda está en nuestras manos.

Pero como ya estoy a la mitad de la jugada y este texto es, sin ánimos de auto-boicotearme, también una contribución a mi “marca personal,” tengo que compartir algo de opinión para no dejarlos colgados. Hay dos huecos que yo detecto. El primero, que como siempre, se confunde la cantidad con la calidad y el segundo que es: no le prestamos atención a la información que tenemos al frente sino que tenemos que, desde fuentes secundarias, consumir antes que analizar. Por eso hay tanta “tropicalización” en el mundo del conocimiento y las aplicaciones nunca satisfacen al contexto — siempre hay algo que se siente extranjero. ¿No podemos ser nosotros mismos los que nos damos cuenta de las cosas? ¿Por qué, si es evidente?

El tercer tema es que hay una delgada línea entra las intenciones webinarezcas de compartir y las de educar y lucrar — como en todo Customer Journey. Cayendo de nuevo en el ademán de primero te doy de probar y después te cobro, creemos que así vamos a transformarnos después de la crisis. Las necesidades no son digitales o análogas, son humanas. Y en ese orden de ideas, lo que compartes, una vez más, debe estar alineado a ellas independientemente del medio.

Compartir contenido solo porque lo sabes desde donde tú estás sentada, sin los parámetros o el análisis de la audiencia a la que vas y las repercusiones que eso puede dar me resulta insólito e irresponsable. Hay algo imprescindible en la difusión de información que se llama contexto. Así como ahora, escuchas a un bebé llorando en la Call de chamba, pues lo mismo y a niveles más abstractos ocurre cuando hablas sin saber donde se ubica quien escucha. En cada decisión que tomamos hay un impacto ético que no a todos nos gusta aceptar. ¿Qué va a hacer esta persona con esta información que yo le doy? ¿Realmente tiene el resto de la herramientas que le permiten tomar la decisión más acertada a mediano plazo? ¿O está muy lejos de ello? ¿Por donde realmente debería empezar su Journey?

Cuando analizo la situación del otro lado, dejando un poco la crítica y reemplazando con lo que me queda de Empatía, porque la verdad, estoy agotada de ejecutar la bendita Empatía, quiero entender que a lo que verdaderamente apuntan los Webinars es a un duelo común. Como un Shiva — ceremonia de duelo judía que dura 7 días. De repente, la respuesta táctica y poco formulada, reactiva e inmediatista del grupo de personas que queremos transformar lo que hacemos en contenido para compartir es simplemente una forma de decir: quiero hablar de algo. ¿Me escuchan? Como nuestra primera coraza suele ser nuestro trabajo, recurrimos a él para barrer lo que queda de identidad con una escoba un tanto marchita. Porfas, escúchenme, valídenme, aplaudanme. Si es posible: tóquenme. Pero no pueden. Porque estamos metidos en una pantalla.

¿Pero quién ha muerto en este duelo? ¿La persona natural o el RUC? Ambos, un poquito, yo creo. Nuestros lados personales y profesionales. Así como es difícil para las empresas de investigación de mercado separar a la persona del consumidor, a nosotros también nos resulta difícil esto que escucho en todos lados de “reinventarse.” Pienso que si de verdad hubiese sido una opción que nos vacilaba, ya lo hubiésemos hecho. No es chévere reinventarse, es recontar difícil. Pone en tela de juicio nuestra capacidad y por ende: nuestro autoestima. Empatizo muchísimo con el duelo profesional que muchas personas están viviendo. De repente los Webinars son esos, entierros y resucitaciones masivas de sueños, versiones de nosotros mismos, tarjetas de presentación que unos estamos quemando y otros están volteando para poner su nuevo teléfono por atrás.

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Anaïs Lalombriz

Soy mujer. Trabajo en Digital. Escribo principalmente para reírme.